NO SOY FAMILIA DE ESOS ÁRBOLES…

No soy familia de esos árboles
que avanzan de muletas en su verdor
al patio de internado. Me toman
sin conocerme. Posan en mis cabellos
el flavescente silencio en sus ramas
y aguardan. Mi preceptor espía el fondo
de mis pasos como hurgando una sal
de placenta que me recoja. Ya nadie viene.
Ni madre que me conduzca por el río
azul de sus várices. Ni la buena pestaña
que se lleve mi ojo. Reposo y mi cabeza
se hunde en el plumón de las costillas.

Ya no se irán de mí los filos espoleantes
con que muerde esta acera. Los clavos
de esas raíces me dejarán aquí
para siempre. Aunque abra la ventana
de casa y crezca lejos aunque expíe
con oro de infancia una culpa imberbe
ya no podré zafarme. Y si corro
hacia mi vida hacia mi muerte
el preceptor saca la lengua precisa
y su paciencia de sapo me captura.

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