MI PAÍS VIAJA AL MAR…

Mi país viaja al mar con sus antiguas piedras
llenas de sol e intactos jeroglíficos.
No se leen en sus poros el alfa o la omega,
su alfabeto está hecho de signos salvajes
que aprendemos en sueño, de oídas,
por el canto del gallo.

La luz cae densa sobre el tatuaje eterno
que guarda sus silencios. En ellas se demora
con sus lentos anillos, nómada y blanca.
Ninguna es jónica o corintia, nunca fueron Grecia,
detestan los viajes.
El Partenón no las verá entre sus columnas,
han echado raíces lejos de la nieve,
donde la tierra gira más despacio.
Su mar es este, el que pule sus cuerpos
con las espumas que jamás Afrodita
palpó junto a sus formas estatuarias.

Mi país las reúne junto a las costas
en una fila de murallas sentimentales.
Si hablan a solas será de los antiguos,
de quienes vuelven a veces de la sombra
y graban sus secretas cosmogonías.
Si sueñan tal vez sea con la lluvia,
con el viento que corre y no las mueve.
Han pasado la vida en los acantilados
mirando los barcos que parten y no vuelven,
pero nunca los siguen.
Ya no tienen deseos sino soledades.

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Ramón Vásquez Brito

ÍTACA

Para un homenaje a C. Cavafy

Por esta calle se va a Ítaca
y en su rumor de voces, pasos, sombras,
cualquier hombre es Ulises.
Grabando entre sus piedras se halla el mapa
de esta tierra añorada. Síguelo.
El pájaro que escuchas está cantando en griego;
no lo traduzcas, no va ahorrarte camino.
Aquellas nubes vienen de su mar, contémplalas;
son más puros los cielos de las islas.
Por esta calle, en cualquier auto,
hacia el norte o el sur se viaja a Ítaca.
En los ojos de los paseantes arde su fuego;
sus pasos rápidos delatan el exilio.
Aun sin moverte, como estos árboles,
hoy o mañana llegarás a Ítaca.
Está escrita en la palma de tu mano
como una raya que se ahonda
día tras día.
Aunque te duermas despertarás en Ítaca;
la lluvia de este valle todo lo arrastra
despacio hasta sus puertas.
No tiene otro declive.
Ya puedes anunciarnos tu llegada, buscar hotel,
dar al olvido tu destierro.
Por esta calle no ha cruzado un hombre
que al fin no alcance su paisaje.
Prepara el corazón para el arribo.
Una vez en su reino, muestra tu magia,
será el reto supremo del exilio.
A ese mar no se miente. La furia de sus olas
todo lo hace naufragio. Pero no te amilanes.
Demuéstranos que siempre fuiste Ulises.

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Ramón Vásquez Brito